LA CULTURA COMO DIVERSIDAD Y CONFLICTO
Hablar de la cultura del conflicto y de
la diversidad cultural es referirse a la estructura de la sociedad, es
considerar la composición social como una fuente para la explicación sobre el
conflicto. En una teoría estructural del conflicto se oculta la idea de que la
organización de la sociedad crea intereses específicos que llegan a determinar
quién es el que compite y quien es el que coopera.
Cualquier principio de la organización social puede por sí solo encausar la
conducta en una dirección determinada, pero, tengamos presente que desde el
punto de vista de la teoría del conflicto no hay un solo principio relevante en
el momento dado. El hombre debería convencerse de que, tras la solución de un
determinado conflicto, lo espera siempre un conflicto nuevo.
La explicación estructural del conflicto se refiere a la forma en que la
organización social configura la acción, y la diversidad cultural se fija en
los propios actores y como éstos interpretan el mundo. Es así que los
presupuestos señalados en este escrito van a tomarse en cuenta como base del
marco interpretativo que influye en cómo los individuos y los grupos entienden
las acciones de los demás y reaccionan ante ellas.
LA CULTURA DEL CONFLICTO
La cultura es básicamente la técnica utilitaria con que compensamos nuestra
precariedad natural mediante múltiples prótesis, pero es también la capacidad
de contemplación interesada, que se levanta por encima de las urgencias vitales
inmediatas.
El mundo de la cultura se presenta como un mundo superpuesto al mundo natural.
La naturaleza no le otorga al hombre todo lo necesario para vivir, de modo que
lo obliga a construir su propio mundo. Cada hombre se configura dentro de una
tradición cultural básica; pero su receptividad de esa tradición implica un
trabajo selectivo, una discriminación de lo que ha de adaptarse y lo que ha de
modificarse. En esto último se ejerce la productividad, la creación de nuevos
bienes culturales.
DIVERSIDAD CULTURAL Y CONFLICTO
La ubicación del conflicto dentro de las
sociedades occidentales, caracterizadas por la pluralidad en lo privado auténtico
pluralismo de intereses y por la homogeneidad en lo público también auténtico monoteísta de valores: Estado-nación y mercado determinan el marco cultural,
valorativo por tanto, propio de las culturas nacionales de dichos Estados.
A pesar de la especificidad de cada cultura nacional, todos estos Estados
occidentales presentan como denominador común sus consabidas raíces
clásico-cristianas y una común evolución en lo que respecta a la impronta que
la corriente demo-liberal significó para las mismas. Igualmente, aun con
variantes, experimentaron los efectos del nacionalismo y se sumaron al proceso
de integración social a través del estado del bienestar.
La internacionalización económica, informativa y laboral, sin embargo ha puesto
en peligro la estabilidad de tales Estados al tiempo que la homogeneidad
interna se está desmoronando.
El déficit de democracia que atañe a la participación y representación de
ciertos grupos ha devenido en la reivindicación con connotaciones un tanto
problemáticas por parte de ciertos colectivos, diferenciados, en cuanto que son
los principales y directos perjudicados.
El mismo queda manifiesto y traducido en crisis de legitimidad en el sistema
político y en crisis de racionalidad en el sistema económico, conceptuados
ambos en la teoría de Haber más, entre otras. Al mismo tiempo, una serie de
grupos étnicos que permanecían en el Estado nacional, bien soterrados, bien
relegados a ejercer su particularidad cultural en la esfera privada, han
incrementado el número de reivindicaciones formuladas a los poderes públicos,
con la pretensión de hacer valer su diferencia en las instancias políticas.
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